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Caminar por la flaca línea de los sentimientos a veces te provoca alguna estúpida caída. Y uno cree que los amigos son como los perros, que están ahí pase lo que pase, para la risa y para el llanto. Pero no, amigos, los perros son seres extraordinarios, jamás quieras compararte con ellos, ni porque hables eres mejor. Y me recojo hacia adentro, hacia el lugar donde realmente habito, donde nadie me conoce ni me huele. El lugar donde me siento como en casa. Entonces me pregunto a dónde han ido a parar los recuerdos cálidos de hace años, esos que no se conservan en el frigorífico. Por un momento, quisiera quedarme ahí sentada, sólo un ratito de toda la eternidad.